domingo, 6 de diciembre de 2009

La Cenicienta que se escapó, por Roser Palol (Parte I)

LA HISTORIA QUE ME SALIÓ DE LA ACTIVIDAD QUE HICIMOS EN ESTA PONENCIA:



Habia una vez una joven muy bella, buena...



Cuya madre habia muerto cuando ella aún era pequeña. Su padre se esmeraba en darle todos los cuidados y educarla... Pero como eran muy pobres y tenía que trabajar todo el día, apenas tenía tiempo de atenderla.



Mi padre, ya que tenía que trabajar para mantenernos a los dos, no tenía tiempo para mi, lo entendí enseguida y busqué otros adultos capaces para que la ayudaran a estudiar y trabajar, en definitiva, a salir adelante por mí misma...



Un día el padre preguntó a su hija:



-Hijita, ¿Te gustaría tener una mamá que te cuidase?



-¡Pues claro que sí papá, sería maravilloso! -exclamó entusiasmada la niña.



-Pues antes quiero conocerla. Si de verdad te vas a casar para darme una madre, déjame antes comprobar que se va a comportar como una madre.



Y así fue como el padre de aquella dulce joven decidió casarse de nuevo. La nueva esposa que también era viuda tenía dos hijas. "Las tres niñas crecerán juntas y serán buenas amigas", pensó el padre.



Pero la madrastra que era una mujer sin corazón, no pensaba lo mismo. A sus hijas las cuidaba y las mimaba pero a su hijastra la obligaba a hacer todo tipo de tareas del hogar como limpiar la chimenea. Por eso, no es casualidad que a aquella pobre niña la llamasen "Cenicienta" pues todo el día andaba manchada de ceniza.



Mi madrastra me maltrataba y yo a ella ¡Pues no faltaría más! De adolescente tuve una etapa, lo que hoy llaman, "muy destructiva", me drogué demasiado, tuve que abortar sin conocimiento ni paterno ni materno, no terminé bachillerato, etc... En resumen, estaba dolida tanto con los hombres como con las mujeres. El día que cumplí 18 quemé la ropa pija de las focas de mis hermanastras, tiré al fuego la peluca de la pelona de mi madrastra, dejé a mi padre un bote de condones para que no menos no desgraciase la vida de nadie más y desaparecí para siempre... Hoy soy una conocida cantante heavy... Soy sexy, tica y famosa y no pienso mirar atrás...Porqué duele...



Un día, el Rey de ese país pensó que su hijo, el Príncipe, ya estaba en edad de casarse. "De este modo el día que herede el trono mis súbditos tendrán un rey y una reina". Y tuvo una idea brillante. "Haré una gran fiesta en el palacio e invitaré a todas las niñas casaderas del reino".



Y tomando una pluma de ganso el Rey escribió la invitación con su mejor letra. Los heraldos del Rey anunciándose con trompetas de cornetas y clarines, recorrieron todo el reino. Por todos los lados, en los valles y las montañas, aún en pueblos más lejanos y pequeños, se oyó el mismo bando:



"El primer sábado del mes próximo al anochecer todas las muchachas casaderas del reino están invitadas a asistir a una gran fiesta en palacio".



-Pues igual el Príncipe no quería casarse... o se quería casar con un señor...



Así llegó la noticia a oidos de la madrastra quien de inmediato ordenó a sus hijas que preparasen sus mejores ropas y alhajas. Al mismo tiempo, le dijo a Cenicienta:



-Tú no irás, te quedarás en casa, fregando el suelo, lavando los platos y limpiando la chimenea.



Si la madrastra quiere "ordenar" a sus hijas y las hijas se dejan, es su problema. Yo me cojo el coche-que ya se conducir- y me voy al baile. O mejor no, mejor me voy al cine, que no tengo ganas de hablar con nadie... Y no voy a limpiar, que no es mi trabajo.



Las hijas de la madrastra aplaudieron y saltaron de alegría. Pero Cenicienta hizo un esfuerzo para no echarse a llorar. Finalmente llegó el tan esperado sábado del baile. Al anochecer, vestidas con sus mejores galas, las hijas de la madrastra partieron rumbo al palacio del rey.



Cuando se encontró sola, Cenicienta no pudo reprimir su llanto. "¿¡Porqué seré tan desdichada!?" exclamo, "¿¡Por qué este triste destino!?" y se encaminó hacia la chimenea para limpiar las cenizas y reavivar el fuego.



Estamos tod@s atad@s. Tod@s som@s un@. Yo también tengo algo de madrastra y ella tiene algo de mi. No se porqué pasan las cosas, pero se que no quiero estar luchando siempre contra no se exactamente qué. Quiero paz y luz.



De prono, de entre las llamas, se desprendió un resplandor más luminoso que el fuego. "No te preocupes Cenicienta" se oyó una voz: "Tu también irás al baile"...Cenicienta se restregó los ojos creyendo que soñaba. Pero no, no era un sueño, ante ella una mujer de dulce rostro y tierna voz esgrimía una varita mágica. "¿quién eres?" Preguntó Cenicienta "Todos los seres de buen corazón tienen un hada madrina", respondió con voz muy dulce aquella extraña mujer. "Yo soy la tuya"...Entonces el hada rozó con su varita la vieja ropa de la muchacha y en un abrir y cerrar de ojos, Cenicienta se vio cubierta de tules, sedas y terciopelos, al tiempo qye un collar de piedras preciosas rodaba su cuello. La joven retrocedió sorprendida y oyó un tintineo: Sus pies lucían unos bellísimos zapatitos de cristal.



"Solo falta el carruaje" dijo el hada. Salió al huert, tocó con su varita una calabaza y en menos de un suspiro surgió un elegante carruaje tirado por briosos corceles. En el pescante, un sonriente cochero le hizo señas a Cenicienta para que subiese.



"¡Espera Ceniciena!" la detuvo el hada. "No te olvides: Debes regresar antes de media noche porque, a esa hora, la magia desaparecerá"



Aunque parece ser que la magia no existe hoy en día, yo creo en ella. Iré al baile pero tal y como soy, y si me aburro, me iré.



"Solo falta el carruaje" dijo el hada. Salió al huert, tocó con su varita una calabaza y en menos de un suspiro surgió un elegante carruaje tirado por briosos corceles. En el pescante, un sonriente cochero le hizo señas a Cenicienta para que subiese.



Ire al baile y si el Príncipe no me gusta intentaré hablar con otras personas. Si cuando vuelva el cochero me cae bien, hablaré con el, y luego ya veremos.



La llegada de Cenicienta al palacio despertó un murmullo de admiración. "¿Quién es?" Se preguntaron todos incluso sus hermanastras: "¿Quién es?" Pero quien más se formuló esa pregunta fue el Príncipe que quedó prendado de la belleza de la muchacha. A partir de ese instante el Príncipe y Cenicienta no dejaron de bailar juntos.



Pues espero que lo que le haya gustado de mí no sea algo tan efímero como la belleza. Espero que le guste mi forma de pensar y actuar. Pero ¡buf!, que alivio que por fin me guste alguien de verdad...



En medio del giro de un hermosísimo vals sonaron las campanadas de la medianoche. Cenicienta comenzó a contarlas. "¡Ah! ¡Van a ser las doce!" Se sobresaltó la muchacha desprendiéndose del Príncipe. "¡Ah! No te vayas por favor, no te vayas..." rogó el hijo del Rey, pero Cenicienta escapó a la carrera. Procurando ser más rápida que el reloj, Cenicienta descendió como una exhalación por las escaleras: "¡Ah...He perdido uno de los zapatos!"... pero sin tiempo de volver sobre sus pasos, Cenicienta se metió en el carruaje. Al partir, alcanzó a ver como el Príncipe en lo alto de la escalera, apretaba fuertemente contra su pecho el zapatito que ella había perdido.



Esta mujer me gusta, es agradable, culta, bonita, tímida. ¡Tengo que encontrarla" Hace tiempo que nadie me impresionaba así, quiero conocerla mejor...



Esa misma noche, desesperado, el Príncipe fue a la cámara real y habó con el Rey. "Padre -le dijo. estoy enamorado, he encontrado a la mujer de mis sueños pero..." "¿Pero qué?" se sorprendió el Rey. "También la he perdido..." "¿Quién es?" "No lo sé..." Y le contó como había sucedido todo.



"¡No desesperes! En tantos años de gobierno algo he aprendido". Al día siguiente, el Rey volvió a coger su larga pluma de ganso y redactó un nuevo bando. Los heraldos recorrieron otra vez el reino.



"Por orden del Rey, todas las doncellas del reino deberán probarse un zapatito de cristal. Quien pueda calzarlo se casará con el príncipe y será la futura reina de este país". De inmediato la madrastra ordenó a sus hijas:



"¡Cómo sea, a la fuerza, aunque os duela, una de vosotras deberá calzarse el dichoso zapatito!" Así fue como, zapatito humano, el príncipe y sus consejeros llegaron a casa de Cenicienta:



- ¡Tú, vete a limpia ña chimenea!- le dijo la madrastra a Cenicienta...



"En cuanto a vosotras hijas ya sabéis!" Fue inútil. Por mucho ue se esforzaban por hacer coincidir su pie con el zapatito, a una le quedaba muy grande y a la otra muy pequeño. Cuando comprobaon que el zapatito de cristal calaba perfectamente en el pie de Cenicienta, todos se sorprendieron. Todos, menos el príncipe. Su corzaón ya se lo había dicho.



A mi me lo habían dicho mis ojos.



Cenicienta y el príncipe no tardaron en bailar juntos un nuevo vals. Esta vez fue en el baile de su noche de bodas. Los habitantes de reino celebraron que una muchacha tan humilde pudiese algún día ser reina. Con el tiempo, hasta la madrastra y sus hijas olvidaron su envidia. Y aunque el relog de palacio marca todas las noches las 12 campanadas los giros del vals continuan. La magia se ha hecho realidad...



Pues me lo voy a pensar antes de casarme con alguien que no conozco. Creo que sí, que acabaré casarme con él y seré feliz, y le haré feliz, pero prefiero tener un tiempo...


FIN

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